¡LA LOCURA DE LAS COMPRAS EN VERANO!


 


¡Buenos y estupendísimos días, Bookie!

¡Aleluya! ¡Ya llegó el veranito!

Y es que no existe mejor época del año cuando eres niño. Largos días jugando en la piscina, meriendas y comilonas en familia al aire libre… Pero ¿cómo vivimos todo eso los padres? Oh, ese es otro cantar.




 

LAS FIESTAS DE FIN DE CURSO

 

Esos últimos días de curso los padres estamos a tope. A tope de estrés, trabajo y últimas compras para terminar bien el curso:

 

-        Bañador nuevo

Porque está visto y comprobado que ponerse el bañador del año anterior es un suicidio social. Repetir bañador cada verano sería como repetir de vestido en una alfombra roja. ¿Verdad papis pijos con dinero? ¡Eso ni hablar! Así que comienza la lucha de las mamis por ver quién viste el mejor bañador en el cole y quién es el niño que más sonríe y el más guapo. Los papis aquí pasan un poco de toda esa pesca y prefieren irse a la barra del cole a cogerse una cervecita bien fresquita dejando que las mamis discutan sobre sus cosillas, mientras éstos critican la solana que hace y el por qué están allí aguantando.

Eso sí, se vive de otra manera si a los papás no les sobra el dinero. La mamá, intentando ahorrar, piensa que no pasa nada por enseñar un poco más de cachete o por tener la parte delantera un poco más apretada de lo normal; pero el papá súper protector no piensa lo mismo. A su hija no se le pude ver algo de más, y si hablamos de nenes, el papá se niega a que su hijo se quede con la salchi apretujá dentro del bañador. Pero ¿qué quieres, Pepa, que el niño vaya de sex symbol por el cole? ¡Eso no puede ser! Así que, toca comprar sí o sí bañador nuevo.

 

       Ropa nueva

 

Un requisito esencial en papis con dinerito. Ya sabemos que no se puede repetir modelito. Y da igual que sea una fiesta de niños, que se vayan a tirar al suelo con esa ropa que te ha costado cien euros, o que se vaya a estropear antes de que acabe la fiesta. Lo mejor de todo es que van a salir unas fotos preciosas para recordar que te gastaste ese dineral para un solo día. Por supuesto, las fotos antes de dejar que el niño juegue con sus amigos. Todo está pensado al más mínimo detalle. ¡Madre mía! ¡Cómo para que salga con mala cara el niño en las fotos!

       Raulito, que te he dicho que sonrías.

       Pero, mamá, mis amigos están allí jugando a la pelota. Quiero ir con ellos.

       Cuando saquemos unas buenas fotos contigo divirtiéndote a tope y sonriendo.

Claro, porque sacarse fotos es más divertido que jugar, ¿eh? ¡Onde va a parar!

 

Pero, no os engañéis, en papis con menos dinerito pasa lo mismo. La única diferencia es que se va a recordar al nene o la nena con la ropa más vieja y raída; porque no es que no tengan ropa nueva, es que ¡esa ropa tiene que aguantarle todo el verano! Y, pobrecito del niño que no le dure. Tendrá que aguantar a los papis gruñendo por romperse la rodilla contra el suelo en una caída expréss. La rodilla tiene arreglo, la ropa no. ¡Claaaro!

 

       Gorro y gafas de agua

 

Los papis con dinerito saben que es una inversión para el veranito, por lo que compran las mejores gafas de agua y el mejor gorro. Es decir, ese gorro con el que te dejas la vida en el intento para ponérselo, que ni tus hijos ni nosotros mismos podemos con él cuando nos piden ayuda, y que al quitárselo aparecen más pelos pegados al gorro de los que tiene pegados a la cabeza. Y ni hablemos de las gafas. Si hay que comprarlas buenas, deben estar bien apretaditas para que al nene no le entre agua por ningún sitio. Ante todo, seguridad. Claro, si esas gafas no quisieran sacarle los ojos como a los muñequitos esos de goma que los aprietas y se le salen los ojos blanditos y asquerositos, sería estupendo, ¿eh? Entonces sí serían las mejores gafas de agua. Pero no, los papis, osease, nosotros, compramos esas con las que parecen Mike Wazowski de la peli Monstruos S.A, solo que con dos ojos. En esos momentos nosotros no miramos por su hermosura, está claro, aunque las miles de fotos que le vamos a hacer serán igualmente épicas y adornarán el salón de casa de la abuela.

En papis con menos dinerito… Bueno, es otra liga. De menos categoría, claro, pero igual de trágica. El nene con las gafas del año anterior que le quedan tan pequeñas que ni le dejan ver, bien porque los cristales no coinciden con la ubicación de los ojos o bien porque la goma de las gafas le queda tan apretada que ni abrir los ojos puede; y ese gorro de tela que está más amarillo y desgastado que casi se puede ver si el niño tiene calvas en la cabeza o se le ha quedado un piojo dentro de él.

 

       Chanclas de agua

 

Suerte tiene el niño al que sus papaítos con dinerito no le han comprado esas chanclas de plástico 100% que te despellejan vivos los pies o aquellas que parece que llevas brasas en la planta de los pies y no zapatillas. ¡Oye, que ni metiendo los pies en agua desaparece el ardor! Yo aún sigo teniendo heridas de aquellas zapatillas que me compraron mis papis. Y admito que en algún momento de mi vida he pensado en comprárselas a mi hija en plan bruja mala solo para que experimente lo que nos tocaba vivir a nosotros con nuestros papis. Pero no, he decidido comportarme. Por eso y porque yo no soy una mami con dinerito.

Aunque no sé si es mejor opción la de los papis sin dinerito, ¿eh? Eso de usar las zapatillas del verano anterior con las que los dedos de los pies te rozan el hirviente asfalto mientras andas no me parece muy buena opción.

Y tú ¿qué prefieres? ¿Pies despellejados, plantas de los pies quemadas o dedos de los pies derretidos?

 




VERANITO EN LA PLAYA

 

Como no podía ser de otro modo, seguimos con las compras. Esta vez para lo que viene de veranito:

 

       Flotador de playa

 

¡Oh, sí! ¡Esto sí o sí hay que comprarlo! Por diferentes razones, o más bien, diferentes niños:

·       El niño gritón: sí, aquel que no para de gritar que se va a ahogar y le da igual si está solo, en la piscina comunitaria rodeada de vecinos o en compañía de miles de personas en la playa. ¡Alerta! Si no quieres quedar en ridículo, ¡cómpraselo! Es un consejo de mami con niño gritón.

·       El niño chantajista: sí, también los hay. Es aquel niño que le dice a su papi: o me compras el flotador o le digo a mamá que estás siguiendo en Tiktok a una chica tetona. ¡Yes! En ese momento los pensamientos del padre van a toda pastilla barajando opciones, pero no, amigo, no. La mejor opción ya sabes cuál es. Minutos después el niño tiene su flotador. Mejor comprárselo cuánto antes no sea que se lo piense mejor.

·       El niño caprichoso y llorón: aquí hay un tremendo problema y es que los papis no aguantamos ni media con los lloros de nuestros hijos. Pero ¿por qué? ¿Por qué nos hacen tan débiles? Conclusión: para no oír los lloros, ¡le compramos el flotador!

·       El niño “he sacado buenas notas”: claro, eso le da derecho a pedir lo que quiera. ¡Corre por tu vida a comprarle el flotador al niño antes de que lo piense mejor y pida unas vacaciones en el Caribe de miles de euros y no una cosa plasticosa de apenas veinte duros! (En este caso yo estaría rezando a final de curso porque sacara al menos un suspenso… Evitas el regalito de compromiso por buenas notas y, bueno, una asignatura no es para tanto. Además, podrás tenerlo de machaca en la casa como castigo. ¡Un plan maravilloso! De nada.)

·       El niño “tocapelotas”: este es de lo peores. Es aquel niño que por nada del mundo deja de tocar esas castañuelas que le cuelgan a su papi entre las piernas o los globos que tiene mamá dentro de su persona. Siempre tiene algo que contestar para dejar mal a papá delante de mamá o para dejar mal a mamá delante de papá.

 

       Cariño, voy a dar un paseo por la playa.

       Sí, claro. Papá lo que quiere es ir a ver morenas con piernas largas.

       ¡Calla, niño!

 

       Cariño, voy a bañarme al mar.

 

       Si, claro, lo que mamá quiere es ganarse la atención del moreno de la toalla.

 

       ¡Calla, niño!

 

Y así sucesivamente, por lo que… ¡Le compramos el flotador! ¡Todo con tal de no discutir con nuestra pareja! Como son los niños… Todas se las saben.

 

       Silla o hamaca de playa

 

Los papaítos con dinerito deciden siempre comprar lo mejor para sus hijitos. Por ello, cada uno de los miembros de la familia cuenta con una silla o hamaca. Es como contar con una silla en el senado. Lo mismo. Si tienes silla, tienes voz y voto dentro de la familia. ¡Todo sea porque no le quite el niño la hamaca y tenga que sentarse en la abrasante y pegajosa arena de playa! ¿Cuál es el problema en este punto? Habría alguno si apenas usara la silla el nene. Está claro que cuánto más tienes, menos quieres. Pero como nos sobra el dinerito… ¡A gastar se ha dicho!

En los papis con poco dinerito la cosa cambia. No es que por no tener silla no tengas derecho a voto dentro de la familia, sino que encima te tienen de sirvienta.

       Pepito, tiende las toallas mientras yo voy echando crema a tu abuela.

Y, ¡olé! ¡Cállate, Pepito, cállate! La alternativa es una riña y no poder meterte al agua.

Así que, ahí está Pepito haciendo caso.

Su madre cuando termina abre la hamaca de la abuela y la suya y se sienta en ella tan pancha. Y con un: ¡ale, vete a jugar!, lo arregla todo.

El problema viene cuando la mamá quiere meterse al agua. Al volver, ¡oh, Dios, mío! La hamaca no está. ¡Error! Sí está, solo que enterraba bajo kilos de arena porque el nene se ha propuesto jugar a los castillos aprovechando la hamaca. Y, tras sonreírte con cara de “no hice nada”, solo le falta decirte: ¡ale, ahora ponte tú a limpiar si te quieres sentar!

 

       Kit de arena

 

Esto está claro que no le puede faltar a un niño. El rastrillo, la pala y el cubo. Es tan mítico que no ver a un niño jugando con eso en la playa es un sacrilegio. Pero la cosa cambia mucho cuando son niños de papis con dinerito. Esos niños no solo tienen las tres cosas básicas, sino que también se llevan: un tractor tan grande que parece el de la granja del abuelo, una grúa como la que usan para construir casas, un camión con tráiler para llevar la arena, varios cubos más, una pala gigante y un rastrillo que parece el tridente de Poseidón. Es decir, todo un arsenal para construir un imperio en la misma playa. Y, por si fuera poco, también se han llevado a la abuela. Sí, sí, como lo oyes. La abuela es la clave. Es la Exterminator del juego. Cuando la abuela se cansa de la playa es la primera en destruir el poderoso imperio de arena al levantarse costosamente de la hamaca. Es algo así como el Godzilla de la playa. Solo que sin poder destruirla al final del acto. A ver quién es el valiente que le dice algo. La abuela es capaz de atacarte hasta con su dentadura de oro. Además, ¡cómo mola ver la ciudad de arena derruida por un poderoso monstruo gigante con bañador de colorines!

En el caso de los papis con poco dinerito es diferente. El niño juega tan tranquilo con su rastrillo de toda la vida que arrastra solo la mitad de la arena que quiere, su pequeña pala con la que tiene que cavar mil veces para hacer un hoyo de apenas unos centímetros en la arena y su mítico cubo cuadrado con el que más que un castillo lo que crea es una casa de 2 x 2. Pero es muy feliz. Hasta que ve al niño con el poderoso imperio en el que ha creado hasta una piscina privada y con abuela Godzilla y todo. El niño sabe que solo tiene dos opciones. Ataja con la primera: pedir a sus papis que le compren un todopoderoso arsenal de arena. Pero los papis ponen la excusa del dinerito, asique lleva a cabo su segunda opción: jorobar tanto a los papis que al final, por no aguantarle, le compren un camión con tráiler para llevar la arena. Bueno, no es un arsenal completo, pero por algo se empieza. El próximo día de playa conseguirá el tractor de la granja del abuelo. Está seguro de ello.

 

 

 

       Pareo

 

¡Ay, esas poderosas telas de colorinchis transparentosas! ¡Cómo nos gusta gastanos el dinerito en esas prendas que ni nos visten siquiera! Sobre todo, si nos sobra el dinerito.

La mamá solo está pensando en cómo le sentará esa prenda. Estará cómoda, a la vez que guapa. El papá solo quiere cumplir con su esposa y comprarle un detallito para tener un día de playa tranquilo y sentarse al solecito con una cervecita. A ver si es posible.

Todo se complica a un comentario del nene cuando la mamá se lo está probando: mamá, yo creo que esa cosa te hace gorda y es muy largo. Te pareces a la abuela. ¡Mei dei, Mei Dei! El día se complica, amigo. El papá sale en defensa de su mujer diciendo: no hagas caso cariño, te sienta de maravilla. Ya puedo verte con él puesto en la playa. Pero a la mamá ya le entró la duda. Asique deja ese pareo y termina comprándose uno más cortito y caro que enseña más. El padre maldice, claro. Lo de la cervecita tranquila no va a ser posible con tipos mirando fijamente a su mujer en la playa. ¡Los niños todo lo complican!

En el caso de los papis sin dinerito es todo mucho más sencillo. Se mira, pero no se toca. No hablo de la mamá, que también, sino del pareo. Y el niño por mucho que opine: ¡no se puede comprar porque no hay dinerito! El papá está contento con su cervecita fría en la playa y tan tranquilo; y la mamá sentadita tomando el sol, sin miradas posesivas a su persona, puesto que no lleva nada llamativo. El día ideal del papá. ¡Qué a gusto se está a veces sin dinerito!

 

       Picnic de playa

 

·       ¿Qué llevamos para comer a la playa?

 

En este caso, los papeles se han cambiado.

En el caso de los papis con dinerito hay una solución obviamente cara, pero fácil: encargar comida a un restaurante y llevarla a la playa. Fin. Rápido y sencillo.  

En el caso de los papis sin dinerito esto es toda una lucha. Ir al súper y pensar qué comidas se pueden llevar a la playa que sea fácil comer allí. No puedes llevar carne para barbacoa. ¡Ojalá dejaran! La opción más fácil siempre es… Adivina. ¡Sí! ¡Bocadillo! ¡Premio para el caballero!

Luego hay otras opciones como: bocadillo de jamón, bocadillo de tortilla, bocadillo de pechuga… Y otros casos en los que hay: bocadillo de calamares, bocadillo de filetes de ternera, bocadillo de lomo con pimientos… En estos últimos casos seguramente cuando se llegue a la playa ya no sea un bocadillo, sino un secadillo. Es decir, un bocadillo más seco que la misma arena de la playa. O también podemos comprar una ensaladita del súper. Sabes que te vas a quedar con hambre, pero solo es comprarlo y llevarlo. ¡Tú decides! ¿Bocadillo, bocadillo o quedar con hambre?

 

·       Deliciosa arena

 

Aquí la cosa está bastante jod… Digo, jorobada. Te preguntarás por qué. ¡Adivina otra vez! Hagas lo que hagas, y comas lo que comas… ¡Comerás arena!

Y ahora nos vamos a dejar de remilgos y de dineritos. Con dinerito o sin él, vas a comer arena, colega.

Es decir, tu menú si eres de dinerito va a consistir en comida de restaurante con arena: vichyssoise a las finas hierbas con arena, caviar arenoso (que, por cierto, ¿quién comería caviar al sol en la playa?), filete de Wagyu al arenet, ostras con salsa de arenata, foie gras de pato con un toque de arenuá especial… Y así sucesivamente.

Y si eres más de los papis sin dinerito, pues ahí le vamos: bocadillo de jamón con arenita, bocadillo de pechuga con lechuga y salsa de arena, bocadillo de calamares en su punto de arenismo, ensalada de súper con tropezones de arena… Y más. Mucho más.

 

 

Conclusión:

Papá, Mamá. Tanto si tienes dinerito como si no, espero que estés preparado para el veranito que te tienen preparado tus hijitos y el maravilloso clima veraniego.  

 Y ahora te haré un recordatorio:

-        No olvides:

 

·       Comprar el mejor y más caro bañador que encuentres con floripondios y cosas incómodas pero bonitas o probarle al niño todos los bañadores del año pasado y ponerle el que más pequeño le quede. Recuerda que cuánto más pequeño, más incómodo y menos tiempo estará fuera del agua dando guerra.

·       Comprar la mejor ropa de marca para que pueda romperla en un tris o ponerle la más andrajosa que tengas por casa. Recuerda reñirle si se rompe la rodilla y la ropa al caerse tanto si es de marca como si tiene mil veranos y se la ha puesto su tío, su primo y su abuelo antes que él.

·       Comprar el gorro más cómodo, digo más bonito y apretado que veas para dejarle calvo cuanto antes y evitar futuras parejas que solo se interesan por el físico de tu hijo o ponerle ese gorro piojoso o semitransparente que le haga parecer el más pobre de la escuela. Recuerda que cuánto más pobre se ve, menos lagartonas y lagartones entran en casa. Sin olvidarnos de la gafas súper protectoras de ojos que te dejaran sin ojos a la primera de cambio o harán que se te hinchen como a los dibujos animados. Con eso no hay problema, no creo que se quieran acercar a un cuatro ojos con ojos saltones. ¡Pasando! 

·       Comprar chanclas de agua asesinas. Evitaremos que el niño quiera ir a la playa o la piscina más veces de las necesarias. O ponerle las chanclas de la prima, esas que le quedan como dedos al viento y le dejan las uñas bien recortaditas contra el pavimento. El resultado es el mismo: no pedirá ir tanto a la playa o piscina.

·       Comprar el flotador socorroco. ¡Sabes que lo vas a tener que comprar si quieres vivir tranquilo! ¡Lo sabes!

·       Comprar la hamaca más incómoda para la abuela. ¡No podemos estar todo el día al sol como los lagartos, abuela! Ya sabemos que tú no tienes prisa ni nada que hacer salvo destruir imperios de arena.

·       Comprar Kit de arena. A poder ser el más especial y con más extras, puesto que sabes que te tocará comprarle uno más grande si ve a otro tocapel… digo, niño con un imperio romano al completo hecho con juguetes de arena.

·       Comprar un pareo a tu mujer. Esto es esencial si quieres tu cervecita tranquila en la playa. Recuerda que no puede ser corto ni enseñar mucho o en vez de beber cerveza la escupirás cuando se le acerque el morenazo de la toalla a tu mujer y le diga lo sexy que está.  

·       Comprar comida playera. Recuerda: no importa si llueve, nieva o hace sol, la arena se encontrará en tu comida siempre que estés en la playa. ¿Te apetecen gambas a la arinet o bocadillo tostado al sol con especia de arena? ¡Buen y exquisito provecho!

 

-        Olvida:

 

·       A tu hijo en casa con sus abuelos. ¡Dan mucha guerra y siempre la lían!

 

Obviamente, es broma. No se te ocurra olvidarte al niño en casa. Es una de las mayores aventuras que vivirás en tu vida.

¡Disfruta del solecito, de la guerra que dan tus hijos y de la relajante playa!

Recuerda que algún día dejarás de poder comer arena en la playa y entonces será cuando comiences a apreciar ese exquisito sabor.

Espero haberte hecho pasar un ratito divertido de risas y recuerdos con los tuyos.

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Nos vemos a la vuelta de la hoja.

Hasta entonces, ¡feliz lectura y escritura! ¡Y FELIZ VERANITO!



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