ESPECIAL NAVIDAD. HISTORIA INVENTADA. Los siete únicos: Las navidades de Zayn. PARTE I

 

Un árbol navideño decorado al lado de una chimenea encendida y decorada con calcetines de navidad

 LOS SIETE ÚNICOS

LAS NAVIDADES DE ZAYN

 

ZAYN

 

Llega la esperada Navidad. La mejor época del año, dicen. La época más familiar y feliz. La época especial, según mis padres. Pero para mí ya no lo es. Todo ha cambiado en los últimos meses. Todo; incluso yo mismo.

En este momento, sentado junto a la ventana, me pregunto como es posible que pensara que realmente todo iba a ir a mejor al mudarnos a Londres. Cuando papá vino a casa aquel día del trabajo y nos dijo a mamá y a mí que tenía una sorpresa, no era esto lo que me esperaba. Y apostaría mi mejor juego de la Play Station a que mamá tampoco. Desde que hemos llegado no han dejado de discutir. Temo que el maldito día llegue. Sí, ese día que te dicen: <<Mira, Zayn, todo va a cambiar, pero será para mejor. Papá y mamá van a dejar de discutir. Nos vamos a separar, pero no pasa nada>> ¿No pasa nada? ¿En serio? ¡Qué va! Sólo que mi vida jamás va a volver a ser la misma.

El otro día les pregunté si se iban a separar y me dijeron: << Zayn, solo tienes 14 años. Preocúpate por otras cosas. Todo va bien>>. ¡Claro como si pudiera concentrarme con tanto grito para arriba, grito para abajo! Bah, qué mas da.

Vuelvo de mis pensamientos cuando oigo pequeños soniditos que salen de la ventana. Parece como si crujiera. Mis ojos enfocan un punto de la enorme ventana: una muesca en el cristal. Me separo de ella corriendo; haber si va a romperse y caigo al suelo desde un segundo piso directamente a la nieve. ¡Lo que faltaba para rematar el día!

En ese momento percibo unas risas. Al asomarme veo a Dione y toda la pandilla tirando piedras contra mi ventana. ¡Qué pesados! ¡Ya están aquí otra vez…! ¡Y encima van y rompen mi ventana!

Conocí a Dione y los demás los primeros días de mudanza. La casa de Dione está pegada a la mía. Y sus amigos siempre están pegados a ella. Supongo que ahora también a mí. Desde entonces, no han dejado de venir ni un solo día. No sé si agradecérselo o llorar. No es precisamente… Bueno, es que Dione es muy patosa. Siempre anda cayéndose o rompiendo algo. Mamá la llama: Dony, en referencia al Pato Donald de dibujos, por todas las que lía. Pero luego es una gran chica, y aporta felicidad y frescura al grupo. Y el resto no se queda atrás. Kyra es la de las ideas ingeniosas; además, es muy enérgica y peleona; Nahia junto a Kilian son nuestros cerebritos informáticos; Mael es el liante del grupo, y lo conocimos porque se metía con todos nosotros, aunque luego cambió y se unió al grupo; y Declan es el más tranquilo, por así decirlo; es el que aporta sabiduría y paz a los demás.

Pongo las manos en jarras frente al cristal de la ventana y les hago un gesto no muy elegante con la mano, en respuesta a su risa. Después salgo de la habitación. Tengo que bajar, esta chica es capaz de romper toda la ventana; y el resto, capaz de seguirla. Entonces caigo en algo. ¡Ups! ¡Mamá va a matarme! Casa nueva y ya está estrenada. <<Confesaré todo a la primera pregunta que me haga>>, me digo, << No pienso quedarme sin regalos por los seis únicos>>. Además, no nos conocemos apenas. No somos tan amigos, ¿no?

Lo del grupo se le ocurrió a Dione. <<Estaría bien formar un grupo, ¿verdad?>>, dijo un día. Y como no, el resto fueron aportando ideas para el nombre. Llevábamos semanas sin dar con algo “único” y que representara a todos en conjunto, ya que éramos muy diferentes; así que se me ocurrió la genial idea de llamarnos: <<Los siete únicos>>, en lo que pensábamos un nombre mejor. A los demás les encantó, y nos quedamos con ese.

Suspiro largamente. En el fondo sé que jamás confesaría a mi madre que fueron ellos. Dione es lo mejor que me ha pasado desde que me mudé a este lugar. Y los demás son mi pandilla. Siempre soñé con pertenecer a una, por muy rara que esta sea.

Mientras bajo por las escaleras kilométricas de la enorme casa, escucho a mamá al teléfono:

    … Que sí, mamá. Todo bien —. Está hablando con la abuela. Se oye algo a través del móvil —. Ya te lo dije. A Marc le han ascendido en la empresa, por eso había que trasladarse…— Voces altas al otro lado del aparato —. ¡Mamá! ¡Pues claro que es un ascenso y no un castigo! Solo tienes que venir y ver la casa que hemos comprado —. Otra vez silencio —. Sí, por supuesto que estás invitada a venir…

    Mamá — la llamo, aprovechando que está entretenida—, salgo fuera. Luego te tengo que contar algo. Te vas a reír… – digo mordiéndome el labio.

    Ahora no puedo, Zayn. Tu abuela está muy alterada y me está sacando de quicio — responde sin mirarme. Acto seguido contesta a algo que ha dicho a su madre: — Sí, mamá, has oído bien. ¡Cálmate ya! — Anda por toda la cocina recogiendo las cajas mientras sigue hablando con su madre.

Salgo corriendo hacia la puerta de entrada antes de que repare en mí. Ya le contaré la buena nueva. Abro la puerta y, antes de pisar fuera, algo se estampa contra mi cara varias veces. Algo helado y blanco. << ¡Los mato! ¡Es que los mato!>>, pienso. Dione y los demás me han tirado bolas de nieve a la cara. Me limpio tan rápido como puedo. Al abrir los ojos veo que tienen otras bolas en la mano y están preparados para lanzarlas. Me agacho en el momento preciso, y veo como las bolas golpean a mi madre por todo el cuerpo y una en plena cara. Con la boca y los ojos cubiertos de nieve grita:

    ¡Ahhh! ¡ZAYN!

Cierro de golpe la puerta, haciendo que ésta tiemble, y Los Siete Únicos corremos riendo calle abajo. ¡Menuda me espera a la vuelta!

 

DIONE

 

La verdad es que no me habría gustado estar en el pellejo de Zayn. ¡La que lié! ¡Otra vez! Bueno… La que liamos… Todos pensamos que era una buena broma para empezar la navidad. Ninguno sabíamos que se iba a agachar. ¿Qué culpa tenemos?

Por lo visto la señora Ángela, la madre de Zayn, riñó bastante a su hijo al descubrir la rotura en la ventana. Y ya no hablemos de la bola de nieve. Zayn me dijo que su madre todavía lloraba como una magdalena al intentar abrir del todo los ojos.

Los señores Malttos son muy majos, y nos cuidan a todos como si fuéramos sus hijos. Por lo que tengo entendido, Zayn iba a tener un hermano, pero no pudo ser por problemas de salud de la señora Ángela, así que solo lo tuvieron a él.

Yo en cambio sí tuve una hermana…, y una madre. Ambas fallecieron en un accidente de coche hace muchos años. No sé, yo era muy pequeña. Todo lo que he sabido siempre de mamá y mi hermana me lo contó en su día papá, que desde entonces no levanta cabeza. Nunca sonríe y está todo el día malhumorado, trabajando o saliendo por ahí para hacer vete tu a saber qué. Debido a eso nos conocimos Zayn y yo. Los señores Malttos se hacen cargo de mí mientras mi padre esta fuera o en el trabajo. La señora Malttos es editora de una revista y muchas veces se trae el trabajo a casa. Así, es más fácil para todos. Desde que se mudaron, todo a mejorado para mí. Ya no estoy sola nunca.

    Papá, venga, siéntate—. Le tiro del brazo—. No dejas ver a la gente.

Estamos sentados en los bancos de una pista de patinaje sobre hielo cubierta, viendo como entrena Zayn antes de que empiece la competición. Lo mío me ha costado convencer a mi padre de venir.

Momentos después de sentarnos oigo detrás de mí: << Vaya zoquete el Zayn este, seguro que ni siquiera sabe lo que es un patín>>. Todos se ríen. Me vuelvo para mirar y veo que son los chicos de la antigua pandilla de Mael. ¡Malditos! Ojalá se tragaran sus propias palabras…

Justo en ese momento pasa el señor con la mochila de bebidas. Los examigos de Mael piden unas Coca-colas, a cuál más maleducado, con tan mala suerte que una de ellas explota, empapando a todos los amigos. Me río a carcajadas. ¡Toma ya! Sus palabras no sé, pero la Coca-cola seguro que se la han tragado.

Cuando comienza la competición, dejo ir mi mente y rememoro lo que pasó el otro día en la competición de fútbol. Zayn jugó fatal. Odia ese deporte y solo está apuntado por su padre. Ojalá algún día se lo diga. Estoy harta de verle sufrir por ocultar lo que siente al señor Malttos; y hace unos días se lo hice saber a Zayn. Solo obtuve por respuesta un: << ¡Qué pesada, Dione! No puedo decirle que amo patinar y odio el fútbol. Le hundo seguro. Siempre deseó un hijo con el que poder hablar de cosas de chicos y, admitámoslo, el patinaje no lo es>>. Suspiro. Empiezo a darme cuenta que me hago mayor y no me gusta. Las cosas no son tan fáciles como parecían de niños.

Unas horas después, la competición ha acabado. Zayn ha quedado tercero. No lo hizo nada mal, pero tuvo unos cuantos fallos en lo giros y los jueces no perdonan una. Otra vez será.

Cuando sale de los cambiadores lo veo cabizbajo. Intento animarle, pero, aunque hago lo que puedo, le sigo viendo hundido. Supongo que el hecho de que su padre no le vaya a ver nunca es uno de los motivos por los que le cuesta concentrarse. Está más pendiente de verlo aparecer que de lo que está haciendo en el momento. Y, por supuesto, no tiene incentivo alguno para hacerlo mejor. Si por lo menos viniera a verle una vez…

Pasamos el resto de la tarde en la buhardilla de su casa, removiendo objetos y juguetes antiguos que tenían en la otra casa. Los demás de la pandilla hace rato que se han ido a sus casas, después de tomar la merienda en casa de los señores Malttos.

La mayoría de objetos que sacamos están cubiertos de polvo, pero veo en la cara de Zayn como le traen bonitos recuerdos del pasado, así que me callo y disfruto de verle feliz con sus cosas.

    Mira esto— me dice Zayn, emocionado, después de un rato removiendo en una caja que parece más vieja que el resto. Poco a poco, saca con cuidado algo rojo y dorado que parece muy antiguo. Es una cajita de música—. Creo que esto lo trajo mi madre de la casa en la que vivió con sus padres cuando era niña. Recuerdo que me contaba de pequeño que esta cajita de música era mágica — ríe con añoranza—. ¡Qué iluso, eh!

Me acerco a él y le pongo la manos en el hombro sin decir nada. Sé que no hace falta. Sólo necesita compañía.

    Aquí pone algo— sopla el polvo de la caja e intenta retirarlo como puede con las manos para acto seguido leer: — Llamador de Magia. Si un deseo quieres formular, la magia a la hora precisa debes encontrar. Una pista te daré: no son nueve ni tres ni seis.

 

ZAYN

 

    ¿Qué crees que significa? — le pregunto a Dione. Está más callada de lo normal.

    Yo que sé. A mi eso de la magia y esas cosas como que no me va. Déjalo, ¿vale? No me gusta nada.

    Podíamos probar. Igual funciona. Eh, aquí pone que puedes pedir un deseo si lees estas palabras que aparecen en la caja. El que quieras —. Más bajo añado, pensando ilusionado en lo que pueda pasar: — Podría venir Santa Claus a vernos… Ho, ho, ho— lo imito riéndome.

    Ahhhg… Sí, claro y de paso que nos traiga un chocolate con churros— rebate ella ante mi insistencia, cruzándose de brazos—. Vamos a ver, Zayn. En el caso de que pasara, ¿de verdad piensas que aparecería si lo llamases como a un criado? — se burla.

    Está bien… Ya lo dejo— digo con pesadez. Suspiro, y miro como suenan las campanas del reloj antiguo colgado en la pared. Marcan las doce—. Vamos. Mamá está a punto de subir para decirme que me acueste ya— advierto a Dione. Pero llamado por la curiosidad, recito las palabras que aparecen en la inscripción de la cajita musical, sólo por si acaso: — Magia, magia, no me dejes solo; Magia, magia, porque es Navidad; Magia, magia, cumple mi sueño; Magia, magia, tu luz deseo ya.

Según termino de recitar las palabras, una luz amarilla brillante sale despedida de la caja dejándonos momentáneamente ciegos.

    ¡¿Qué diablos ha sido eso?!— exclama Dione asustada.

    N-no lo sé…— Estoy más asustado que nunca. ¿Y si ha funcionado de verdad?

    Vámonos, Zayn. ¡Levántate! Yo me voy de aquí ya— dice Dione, asustada, pero repuesta de la sorpresa.

Bajamos las escaleras de la buhardilla a toda prisa. Ninguno lo admite, pero ambos estamos muertos de miedo por lo que ha pasado. Chocamos contra mi madre por las escaleras.

    ¡Chicos! — Se lleva la mano al pecho sobresaltada—. ¿Dónde vais tan corriendo? Zayn, iba a llamarte. Ya es hora de ir a acostarse, venga.

    Sí, mamá. Ahora mismo subo. Vete subiendo tú— le digo con prisa mientras corro detrás de Dione.

Mi madre nos mira extrañada y niega con la cabeza. <<Estos jóvenes…>>, la oigo murmurar.

    Ehm… Bueno… Hasta mañana, Zayn— murmura Dione en el umbral de la puerta.

    Sí, hasta mañana—. Me rasco el cuello nervioso.

Dione se acerca, y hace lo que nunca se ha atrevido a hacer. Me abraza fuerte y me da un beso en la mejilla, justo antes de salir corriendo hacia su casa. ¡Vaya! No he tenido tiempo de reaccionar.

Cierro la puerta, todavía embelesado. Es curioso, pero ya no tengo miedo.

    ¡Zayn! ¡A la cama! ¡YA!

Sonriendo por lo ocurrido hace un momento, subo a mi habitación y me entierro bajo las mantas. <<Buenas noches, Dione>>, susurró en la más completa oscuridad antes de dormirme.

Al despertar, noto que algo me pincha la cara. ¡Oh, por Dios! ¡¿Qué hay en mi cama?!

Abro los ojos de golpe y lo que veo me deja a cuadros. Una carta. Una simple carta.

Siento como los latidos de mi corazón se van acompasando poco a poco. Hasta que… ¡Espera! ¿Y si es de Dione? ¿Y si se la dio a mamá y habla de lo que pasó anoche en la puerta? Llevo desde entonces dándole vueltas a ese momento.

Es tarde, son casi las once de la mañana. Con los latidos otra vez a mil por hora, abro la carta sin remilgos. Estoy ansioso; más de lo normal en mí. Con voz trémula, leo:

 

<<Querido Zayn:

            Sentí tu llamada.

            Dentro de unas horas lo que más deseas se hará realidad.

            Con cariño,

                                               Santa Claus.

                                                                                   Polo Norte>>.

 

¡Sí hombre! ¿Y qué más?

<<Alguien me está gastando una broma. Cómo sea Dione la mato. Esta vez sí que sí>>, pienso.

Bajo las escaleras corriendo de nuevo, lo que se está convirtiendo en una costumbre, y me encamino hacia la cocina.

    Mamá— la llamo. Ella está friendo el beicon del desayuno.

    ¿Si? — contesta distraída y sin mirarme.

    Mamá, ¿te ha dado esta carta Dione o alguno de mis amigos para que me la dejes en la almohada?

Mi madre entonces reacciona a lo que le digo y coge la carta entre sus manos.

    No, no la he visto en mi vida. ¿Por qué, cielo?

Se me cae la carta al suelo y comienzo a ponerme blanco. Si nadie se la dio… Papá no está; llega tarde todas las noches y se va pronto por las mañanas, así que a él no se la ha podido dar nadie. Sólo queda una opción, y es la más rocambolesca que he podido imaginar en mi vida: es Santa Claus de verdad. Pero, aunque así fuera, recuerdo recitar las palabras, aunque no mi deseo. Por lo tanto, no va a pasar nada. ¿Verdad?

Leo de nuevo la carta: <<Querido Zayn: Sentí tu llamada. Dentro de unas horas, tendrás lo que más deseas. Con cariño, Santa Claus. Polo Norte>>. Lo que más deseo… Le doy vueltas a varias ideas, pero ninguna me termina por convencer. Harto de pensar, lo dejo estar. Lo que tenga que pasar, que pase.

¡Se lo tengo que contar a Dione!

Recuerdo lo que pasó en la puerta y, sin querer, se me suben los colores.

¡Qué vergüenza! No respondí al abrazo. ¿Qué debe de haber pensado?

 

DIONE

 

¡No me puedo creer lo que hice anoche!

¡Abrazarle! ¡Le abracé y le besé! ¡Dios, qué vergüenza! ¿Qué le digo hoy? ¿Cómo me presento en su casa después de eso?

No puedo. No. No puedo ir. Hoy no.

¡Qué cobarde soy!

Sumergida en mis propios demonios, y mordiéndome el labio de abajo debido a los nervios, no me doy cuenta de que la puerta de mi habitación se abre y entra alguien.

En ese preciso momento decido que vale de cobardías. Iré a su casa como todas las mañanas y haré como que no ha pasado nada. Algo es algo.

Empiezo a desvestirme. Tiro de la camiseta del pijama hasta sacarla por la cabeza. Estoy buscando las zapatillas de andar por casa, cuando oigo:

    No estoy mirando. Te lo juro. N-no… No he visto nada.

Me tapo deprisa con la misma camiseta del pijama y miro a Zayn muerta de vergüenza. ¡Madre mía! Y esto después de lo de ayer… ¡A mí me da algo!

    ¡ZAYN! ¿No sabes llamar?— le riño como a un crío.

    P-perdón… Estaba tan ilusionado con enseñarte esto— agita una carta con una mano, mientras con la otra se sigue tapando los ojos—, que no he reparado en llamar a la puerta…

    Date la vuelta. Ahora— exijo, sonriendo sin que se note. ¡Tierra trágame! Qué calor hace de repente, ¿no?

Zayn hace lo que le digo sin rechistar, y sin retirar la mano de sus ojos. ¡Qué mono! Cuando termino de vestirme, cojo la carta que sigue sujetando al aire. La abro y la leo detenidamente.

    Esto no es posible… Es una broma— digo tras leerla—. Te estás quedando conmigo, ¿verdad? Piensas que me voy a tragar esto como una mocosa, ¿no? — exclamo enfurecida.

¿Qué se ha pensado, que puede presentarse aquí de improviso y soltarme una trola así porque me lo voy a creer?

    Dione… Te prometo que es verdad. Te lo juro. Se lo pregunté a mi madre. Yo… También pensé que habíais sido vosotros gastándome una broma.

Me siento en la cama de nuevo. Creo que me estoy volviendo tarumba. ¿Santa Claus escribiéndonos una carta? ¡Qué locura!

    Bien…— digo intentando organizar mis ideas—. Pongamos que te creo. ¿Qué pasa ahora entonces? ¿Pediste un deseo?

    No.

    Ves. Ahí está— digo rotunda, tendiéndole la carta de nuevo—. Entonces no tiene por qué pasar nada, ¿verdad?

    Verdad. Supongo…— responde con cara mustia.

No hablamos más del tema. Ambos estamos deseando pasar página y hacer como que nada ha pasado. O eso creo yo. No quiero recordar ni lo del abrazo, ni lo del beso, ni lo de mi desnudo (¡madre mía cada vez que lo pienso!), ni lo del supuesto Santa… En el fondo, Zayn parece desilusionado por lo de la carta. Pero es que es una locura. ¿Santa Claus? No puede ser.

La madre de Zayn lo llama por teléfono y le dice que me invite a comer. Su marido le ha llamado y le ha dado esas instrucciones. Tanto Zayn como yo sacamos conjeturas de lo que puede haber pasado. Ninguna con éxito, me temo.

A la hora de comer nos presentamos allí. Su madre ha cocinado la comida que más me gusta. Espaguetis con tomate y tarta de chocolate. Doy las gracias internamente a la vida por haber puesto a los señores Malttos en mi camino.

Marc, el padre de Zayn, llega justo para sentarse a la mesa. Da un beso a su mujer y uno a cada uno de nosotros. Nos invita a todos a que nos sentemos lo antes posible, y comienza a decir:

    Bueno, familia. Sabéis que he estado ahorrando para podernos ir de vacaciones en algún momento. Pues ese momento ha llegado. No sé por qué, pero mi jefe se ha acercado a mi despacho esta mañana y me a dicho que me tome unas vacaciones obligatorias desde hoy porque me las merezco— explica contento—. El caso es que hoy mi jefe estaba raro de más…— se queda callado oyendo sus propios pensamientos.

    ¿Lo que nos estás diciendo es que nos vamos de vacaciones?— pregunta esperanzado Zayn, y mirándome con la boca abierta susurra muy bajito para que sólo yo lo oiga—. Creo que alguien va a tener que empezar a creer en la magia porque ahora recuerdo que lo que más quería era estar más tiempo con él... Solo que me parecía imposible… Supongo que para Santa Claus nada lo es—. Le doy un pisotón, al cual reacciona solo riéndose.

    Ehm… Eso es, hijo— dice Marc, volviendo en sí—. Y perdona por no haber estado tanto tiempo contigo. Te prometo que a la vuelta de vacaciones no trabajaré tanto y pasaremos más tiempo juntos—. Le coge a su hijo de la mano y se la aprieta. Zayn le devuelve el apretón, y sin aguantarse más, se lanza a los brazos de su padre—. Bueno…— dice Marc emocionado también—. ¿Y esta efusividad?

    Lo siento, papá— se disculpa Zayn, todavía en sus brazos—. Es que te he echado de menos. Mucho.

    Pues déjame decirte que ya nunca más me vas a echar tanto de menos, ¿vale?— le promete con lágrimas en los ojos y un fuerte abrazo.

    Pero… ¿Cuándo nos vamos? Y lo más importante, ¿a dónde?— interviene Ángela, que hasta entonces observaba la escena, emocionada, pero sin entrometerse.

    Nos vamos ya. Y nos vamos a Disneyland— informa Marc.

    ¡¿Disneyland?! ¡¿En serio?!— grita Zayn separándose de un salto del abrazo de su padre.

    Sí, en serio. Tan en serio como que Dione también se viene con nosotros— sonríe su padre en mi dirección.

Yo, que he asistido a la gran y alegre noticia de forma calmada y en silencio pensando qué hacía yo en medio de todo aquello, lo miro extrañada.

    ¿Yo? Pero… ¿Por qué? Yo… Mi padre…— intento explicarme, aunque las palabras no quieren salir de forma ordenada de mi boca.

    Sí, tú. Y tu padre ya está informado. Es más, a esta hora debe estar acabando de hacerte la maleta— me informa el señor Malttos con una sonrisa.

    Pero…

    Te vienes y no se hable más— zanja Marc el tema—. Familia, todos a recoger vuestras cosas. ¡Nos vamos a Disneyland!

 

¿Qué pasará en Disneyland? ¿Logrará Zayn pasar más tiempo con su padre al fin? ¿Lograrán salir del hervidero de vergüenza Zayn y Dione?

        NO TE PIERDAS LA CONTINUACIÓN EL 5 DE ENERO

 

 © 2023 Siree Kemerler. Todos los derechos reservados.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Escritora: Carmen ZR

Escritor: Alejandro Bovino Maciel

Escritora: Verónica San Pedro

Escritor: Aleqs Garrigoz

Escritora: Textos de una loca

Escritor: Rafael Raga

Escritora: Ana Rodríguez Vaquero

Escritora: Verónica Ventura

Escritor: Manuel Susarte Román

Escritora: Maribel Bofill