ESPECIAL NAVIDAD. HISTORIA INVENTADA. LOS SIETE ÚNICOS: Las navidades de Zayn. PARTE II
LOS
SIETE ÚNICOS
LAS
NAVIDADES DE ZAYN
ZAYN
— Mira
esto, Zayn. ¡Ven aquí! — me llama Dione emocionada—. Tenemos que entrar ahí sin
falta— dice, señalando el castillo de la cenicienta.
— Yo no
entro ahí ni por todo el oro del mundo. ¿Qué hago yo en un castillo? —
protesto.
— Anda,
hazlo por mí—. Me hace la pelota sin cortarse ni un pelo.
¡Madre
mía! ¿Por qué decidió traerla mi padre?, pienso dramático. Llevamos aquí ya
unos cuantos días. ¿Por qué no ha entrado con mi madre? ¿Por qué yo?
— Está
bien. ¡Vamos! —. Le agarro de la mano con fuerza, observando a todos lados para
ver si alguien nos está mirando. Afortunadamente, los demás van a su rollo, y
mis padres nos han dejado un rato de “aventuras en solitario” como ellos lo
llaman; por lo tanto, estamos solos.
La
verdad es que el castillo no está nada mal, pienso al fijarme en su fachada.
Al
entrar en él nos detenemos frente a lo que sería la sala del trono. Todo es
brillante y esplendoroso ahí dentro. Digno de príncipes.
Dione,
que siempre la puede la curiosidad, intenta subir por las escaleras a pesar de
que tienen un cordón cruzado y un cartel bien grande que impide el paso en
varios idiomas.
— Venga—
me susurra al oído—. Ahora no mira nadie. Es nuestra oportunidad… ¡Por fa’!
¡Por fa’! ¡Por fa’! Quiero ver como es un castillo de princesas por dentro—. Me
pone morritos y junta las manos como si rezara.
¡Traicionera!
Sabe que no me puedo resistir al peloteo…
— ¡Dios
mío! ¡En qué líos me metes, Dione! — la digo nervioso, pero con cariño.
— Sólo en
los que te dejas— me suelta riéndose. Hago ademán de volver a bajar las
escaleras enfurruñado, pero ella me agarra del brazo y dice: — Vale, vale. Yo
soy la lianta. No se lo digas a papi— se burla la muy…—. Ahora, subamos.
Suspirando,
y pensando en la que seguramente sea la bronca del siglo, subo detrás de ella.
Nunca lo admitiré, pero yo también me muero de curiosidad por ver qué hay arriba.
Nada más
terminar de subir la infinita escalera, oímos unos pasos, y sin pensarlo
abrimos la primera puerta que vemos y nos metemos dentro. Con la oreja pegada a
la puerta, intentamos escuchar. Cuando parece que ya no se oye nada, nos damos
la vuelta para admirar el interior de la habitación. Lo que vemos nos deja
descolocados.
DIONE
Una
pareja nos mira desde la cama con ojos abiertos como platos.
Zayn y
yo miramos hacia las mantas enrolladas en sus cuerpos, y subimos la vista hasta
fijarnos en sus pelos revueltos. Ambos nos damos la vuelta a la vez para no
mirar y conseguimos decir a duras penas:
— Excuse
moi, excuse moi—. Nos miramos entre nosotros. Esta escena nos
recuerda a la misma que pasamos en mi casa hace unos días, y comenzamos a
partirnos la caja delante de la pareja que, enfadados, se visten a toda prisa
gritando cosas en un idioma que, francés, seguro que no es.
Salimos
de allí pitando y nos metemos en otra puerta. Antes abriéndola un resquicio
para ver si hay alguien, claro. Como vemos que nadie chilla ni sale despavorido
a cerrar la puerta de golpe y darnos con ella en las narices, nos metemos
dentro, todavía riéndonos por la escena anterior.
— ¿Viste
los pelos de ella? — exclama Zayn.
— Bueno…
¿y qué me dices de la postura de él? Jobar, Zayn. ¡Que estaban en pleno apogeo!
—. Nos doblamos de risa.
— Así
aprenderán a cerrar con llave la puerta. A esos no les vuelve a pasar.
Pasado
el momento de risa, logramos calmarnos y volver a respirar con normalidad de
nuevo. Echamos un ojo por toda la habitación. Es preciosa y muy lujosa.
Realmente, tiene que valer mucho dinero alojarse allí. Nos acercamos a la
ventana para ver las vistas, aunque por los cristales de los que está hecha
seguro que mucho no vemos. A pesar de ello es impresionante. La vidriera
refleja la luz de fuera y hace que la habitación se ilumine con muchos colores
a la vez. <<Romántico>>, pienso mientras se me suben los coloretes
al mirarlo a él. ¡Jobar! Hace nada me daban asco los chicos. ¿Qué me pasa?
— ¡Ups! —
dice Zayn de repente al mirar hacia abajo. Sigue pegado a la ventana—. Creo que
nos tenemos que ir. Y pronto. ¡Ya mismo! — salta, sobresaltándome por su tono de
voz.
Me
agarra del brazo y salimos al pasillo acelerados; tanto, que nos chocamos
contra la señora de la limpieza, que lleva unas toallas en la mano. La hacemos
caer al suelo, y ella asustada, grita en su perfecto francés:
— Il est interdit
d’êntre ici. ¡Je vais appeler le garde! —. Como ve que no le
hacemos caso y nos estamos yendo grita: — ¡¡¡Garde!!!
— ¿Qué
dice? ¿Qué ha dicho? — pregunta Zayn de los nervios.
<<Pobre.
Él que siempre intenta hacerlo todo bien, en qué líos le meto>>, pienso
sintiéndome culpable.
— Ni idea,
pero no pinta bien. Suena a problemas, y de los gordos. ¿Qué has visto por la
ventana? — le pregunto.
— Mucha
guardia. Venían corriendo hacia aquí.
— ¡Dios!
¡En menudo lío nos hemos metido! —. Freno en seco antes de poner el pie en las
escaleras.
— Gracias.
Ya te avisé antes de subir por las escaleras, pero la señorita quería ver de
primera mano la vida de princesa de cuento— se burla.
Puesto
que tiene razón, no contesto a su provocación, aunque me quedo con ganas de
decirle cuatro cosas. No le he visto que se quejara mucho por subir.
— En,
chicos— dicen a nuestra espalda. Conocemos la voz. Es el señor Malttos.
— Oh, oh—.
Cierro los ojos con fuerza. Nos pillaron antes de lo previsto.
— ¿Dónde
os habíais metido? — pregunta su padre con una sonrisa en la boca. Los dos nos
quedamos callados de la impresión. Esto no cuadra con la regañina que
esperábamos—. Llevamos un rato buscándoos para deciros que mi jefe ha reservado
unas habitaciones para que pasemos unos días en una estancia lujosa. Es decir,
aquí. ¿Qué os parece?
— ¡Uff!
¡Pos los pelos! — murmura Zayn.
— ¿Pelos?
¿Qué dices de pelos? — pregunta su padre frunciendo el ceño, puesto que solo
entendió una palabra. Ahora ya sabe que se ha perdido algo—. ¿Qué pasa?
— Nada,
nada. Que hemos visto a una señora que… ¡vaya pelos llevaba! — suelta Zayn con
gesto serio, quedándose tan ancho. Es tan raro oírle mentir… No le gusta nada
hacerlo.
— Ah…
Bueno… Estamos en la habitación 220, y vosotros en la 221— informa su padre
antes de desaparecer por el pasillo.
Después
de verlo entrar en la habitación, ambos nos reímos a carcajadas.
¡Salvados
por el jefe del señor Malttos! <<Un día de estos le mandaré flores>>,
pienso, aunque no creo que al final lo haga.
Oímos
ruido en las escaleras, justo frente a nosotros, y vemos a la guardia subir
corriendo.
— ¡Deprisa!
— le apremio a Zayn—. Habitación 221.
ZAYN
— ¡Ya
estamos en casa! — grita la loca de Dione al cruzar el umbral, cargando con las
maletas—. Siempre quise hacer eso—. Ríe, aunque la noto nerviosa por algo.
No hemos
entrado ni por la puerta y ya echo de menos la habitación del hotel de París. Siempre
quieres volver a casa, a tus raíces, que es dónde más a gusto estás; pero los
días que he pasado allí con Dione no los cambio por nada.
— Si… Ya
estamos en casa— susurro mirándola, mientras ella sube ya por las escaleras.
En ese
momento me suena el móvil. Lo cojo sin mirar quién es.
— ¿Sí?
— ¡Ya
estáis aquí! ¡Declan os ha visto por la zona! — grita Kilian, dejándome casi
sordo.
— ¿Habéis
mandado a Declan a espiar? — respondo riendo. Nuestra pandilla es la leche. No
tienen límites.
— Bueno…
Sólo un poquito—. Noto, por su voz, que hay algo que no me cuenta.
— Haber,
¿qué pasa?
— Nada,
nada… Es sólo que…
— Anda, pregúntaselo
o lo haré yo— oigo decir a Mael por detrás de Kilian.
— ¿Preguntarme
el qué exactamente? — inquiero, temiéndome alguna de las suyas.
Termino
de subir las escaleras y poso la maleta en el pasillo, al lado de la puerta de
mi habitación.
— Haber…
Mael, Declan y yo…— comienza a explicarse Kilian.
— Queremos
saber si te gusta Dione— suelta a bocajarro Mael al ver que su amigo no se
decidía a decírmelo.
— ¡¿Qué?!—
grito nervioso—. Como…—. Mi respuesta iba a ser: cómo lo sabéis si todo pasó
muy rápido y a mi no me ha dado tiempo ni a pensarlo. Al final intento
corregirlo diciendo: — ¿Por qué pensáis eso? —. Pero por el jaleo que oigo de
seguido al otro lado del aparato, se han dado cuenta de mi fallo.
— ¡No me
lo puedo creer! — grita Kilian.
— ¡No es
posible! — exclama Declan, quien suele ser el más callado de los cuatro.
— ¡Os lo
dije! — chilla Mael victorioso—. ¡Os dije que estos dos se iban a enamorar en
el viaje! Por algo ‘Paguí’— intenta imitar el acento francés con escaso éxito—
es la ciudad del ‘amug’. ¡Lo sabía!
— Eh, eh,
eh— les corto avergonzado. Lo que menos suponía era que me llamasen para
sonsacar algo de lo sucedido allí—. Nadie a dicho nada de enamoramientos, y por
supuesto… Ella no sabe nada— termino confesándoles, aunque no sé que tendría
que saber si ni yo mismo lo sé. Apenas alcanzo a comprender mis propios
sentimientos desde aquel día. Me vuelve loco pensar que puedo estar
enamorándome de mi mejor amiga. No quiero perderla. ¿Debo sentirme apenado
porque no lo sepa, o aliviado por lo mismo? Todavía mis sentimientos son un
hervidero de preguntas sin responder. Jamás pensé sentir esto por una amiga y
menos por ella. Es tan diferente a las chicas que suelen gustarme… Pero tan
alegre. Y sin querer termino sonriendo yo solo en mitad del pasillo. Menos mal
que no les tengo delante, sino ya tienen risas para todo el año.
— Pero… Si
ha estado hablando con Nahia y le ha dicho que algo ha pasado. Nahia no ha
soltado prenda, aunque por como lo ha dicho, es algo importante— explica
Kilian, quien últimamente habla mucho con una de las mejores amigas de Dione.
— ¡Wow!
Osea que algo pasó que los dos no quieren que sepamos…— me intenta picar Mael.
Pero yo
ya estoy muy lejos. En aquella habitación del castillo.
<<
Dione está dormida en su cama. Por supuesto, en nuestra habitación hay dos
camas individuales.
Salgo del baño con una toalla todavía alrededor
del cuerpo y con otra secándome el pelo. Allí hace frío. O me seco bien o me
pondré enfermo, y se acabaron las aventuras.
Es la
primera noche que estamos alojados en el castillo. Estas vacaciones están
siendo las mejores de mi vida. Cada día es mejor que el anterior. Cada día, una
nueva aventura a su lado. Hemos visitado todo el parque y nos hemos montado en
todo unas tres veces. Tenemos mil firmas de los personajes de todo Disney, y
nos hemos hecho un montón de fotos. Entre ellas, una que guardo con mucho
cariño en la mesilla, dónde salimos delante del mismo castillo. Dione dándome
un beso en la cara, y yo, para no variar, con coloretes rojos en mis mejillas.
La miro
dormir, recordando todos los buenos momentos que hemos pasado estos días. Sé
que jamás los olvidaré.
Veo como
se remueve mucho entre las sábanas. Está teniendo una pesadilla. Preocupado me
acerco a ella. Cada vez se revuelve más. ¡Se acabó! La voy a despertar, decido.
Con
cuidado la muevo un poco y digo su nombre:
—
Dione—. Ella no contesta ni parece
despertarse. En cambio, sigue retorciéndose—. Dione, por favor. Despierta.
Estás teniendo una pesadilla—. Me siento a su lado en la cama.
—
No… ¡No! — grita ella todavía dormida—. No
te vayas… No os vayáis… No… ¡Mamá!… ¡Hermana!... No me dejéis sola…— lo último
suena como un ruego.
En el
momento que oigo eso, le agarro de los hombros y la zarandeo con fuerza. Creo
que no hay nada peor que soñar con alguien que has perdido.
Ella,
aún dormida, me propina un golpe y caigo hacia el otro lado de la cama. La
toalla se me suelta por el camino dejándome desnudo. Imagino que el golpe ha
hecho su efecto, puesto que por fin se despierta sudando. Dione parece no
haberse dado cuenta de nada. Sigue mirando hacia el frente, tratando de
respirar. Sin hacer caso a mi desnudo, pues me preocupa más ella, le cojo la
cara entre las manos y le hago mirarme. Ella sigue respirando con dificultad e
intenta dejar atrás los últimos retazos del sueño.
—
Tranquila. Estás bien. Estoy contigo— le digo
mientras le acaricio el pelo y la cara con cariño.
—
Es… Ha sido… Horrible— musita llorando en mi
hombro. Al rato reacciona, se seca las lágrimas y se aparta para mirarme—. Te
he golpeado, ¿verdad? —. Me acaricia la cara. Estamos tan cerca que nuestros
alientos se mezclan—. Lo siento.
—
No pasa nada. Estoy bien— respondo
haciéndome el valiente, aunque me duela bastante.
—
Espera… Te pondré hielo—. Se aparta lentamente
para levantarse de la cama y al hacerlo pisa la toalla que yo tenía enrollada
al cuerpo. Luego me mira a mí que, ya recuperado del susto, intento taparme con
las sábanas de su cama. ¡Qué vergüenza! — Vaya… ¿Qué haces desnudo en mi cama? —
inquiere ella con una sonrisa, avergonzada, pero sin apartar la mirada de mí.
—
P-perdona… Yo… Quise despertarte y cuando me
diste el golpe se me calló la toalla… No pienses… No pienses que estaba aquí
acostado contigo— me explico rápidamente—. Es sólo que salí de la ducha y vi
que tenías una pesadilla… Sólo eso.
—
Oh… Gracias, entonces—. Entra en el baño sin
añadir nada más.
Intento
taparme con la sábana como puedo. Aún así, sigue siendo su sábana. ¡Maldita
sea! ¿Por qué siempre me pasan estas cosas en su presencia?
Sale del
baño con una toalla húmeda de una mano y de la otra mis calzones, y dice,
tirándome éstos últimos:
—
Anda, toma. Deberías ponerte esto—. Los cojo
y me los pongo rápidamente por debajo de las sábanas.
Dione acerca
la toalla a mi pómulo izquierdo, el cual está ya rojo y bastante hinchado por
el golpe.
—
Muchas gracias, Zayn— me dice después de un
minuto de silencio. Acto seguido me da un abrazo—. Por todo. Por estos días,
por echarte la culpa a ti mismo de todas las que lío, y por… cuidarme—. Me mira
de nuevo a los ojos, posa la mano en mi nuca, y acercándose poco a poco me da
un beso inocente y tímido en los labios.
—
No es nada— respondo, tragando saliva cuando
se separa. Seguimos estando muy cerca el uno del otro; y yo, que no me esperaba
para nada esa reacción por parte de ella, suelto sin pensar: — Es lo que hacen
los amigos, ¿no? — Al momento sé que la he cagado. Ella se aparta un poco de mí,
cortada.
—
Sí, es lo que hacen los amigos— contesta con
una sonrisa que me parece forzada—. Ahora, si no te importa, quiero volver a
dormir— me echa de su lado tumbándose de nuevo en la cama, de espaldas a mí.
—
Ehm… Sí, claro. Perdona—. Me levanto de la
cama hundido, con la sensación de que he perdido una oportunidad que no se va a
volver a repetir. ¡Seré bocazas! >>
Vuelvo
en mí al oír a mis amigos por teléfono:
— … haber
si le ha dado algo. Tenemos que ir…— les apremia Kilian.
— Sí, no
podemos quedarnos aquí sin hacer nada…— añade Declan.
— Está
bien, pesados—. Este sin duda es Mael—. Vayamos a su casa.
— Chicos—
digo al fin. Son capaces de venir y ponerlo todo patas arriba—. Estoy bien. No
hace falta que vengáis.
— ¡Dios!
¡Zayn! Llevas un rato sin contestar. ¿Qué pasaba? — suelta Kilian.
— Nada,
nada. Me había quedado pensando— me asomo a mi habitación y veo a Dione tumbada
en mi cama con el móvil en la oreja. Supongo que habla con sus amigas también—.
Chicos, os dejo— digo bajito para que ella no me oiga—. Tengo cosas que hacer—.
Y sin más, cuelgo.
Me quedo en el umbral de la
puerta cual cotilla espiando a una chica. Quiero saber si dice algo de mí y de
todo lo que pasó en París.
— …pues
fue todo mágico, Nah. No te lo puedes ni imaginar… Y el castillo precioso—.
Silencio—. Sí, todo estaba nevado. Ya te enseñaré fotos—. Otra vez silencio—.
Nahia… Ya vale. Con Zayn todo bien—. Se oyen voces al otro lado del teléfono—.
Pues claro que no te pienso contar nada. Sólo lo que te dije. Pasó algo que no
tienes por qué saber y ya no quiero saber nada de Zayn—. El corazón me da un
vuelvo al oír aquello. Temo que oiga los latidos incluso a través de la puerta
entreabierta—. Pues claro que no— sigue diciéndole ella a su amiga—. Sólo voy a
olvidarme de él como algo más que amigos, pero sigue siendo Zayn. Somos amigos
y eso no va a cambiar nunca. Espero…— termina por decir murmurando—. Mira,
tengo que colgar. Puede aparecer en cualquier momento. Luego nos vemos.
Escucho
movimiento dentro y sé que acaba de colgar.
— Ah, hola…—
dice al verme entrar—. Estaba hablando con Nahia. Hemos quedado para ir luego
al cine, ¿te vienes?
— No,
gracias— respondo cabreado sin saber por qué. Es lo que me merezco, ¿no? Además,
¿por qué me importa tanto si todavía no sé lo que siento por ella…? ¿O si lo sé
y me da miedo admitirlo? — Estoy muy cansado. Otro día— me excuso como un
cobarde.
— Oh…
Vale. Bueno… ya te dejo. Hasta mañana— responde ella saliendo con sus maletas
por la puerta.
DIONE
Pasado
mañana es el día de reyes. No he vuelto a hablar con Zayn desde que llegamos
del viaje. Las cosas entre nosotros están tensas tras el beso en París. ¿Por
qué demonios lo haría? ¿Quién me manda a mí besar a nadie? No puedo estar
enamorada de él. No puedo… Me niego. Tengo que borrarlo de mi cabeza como sea. Sólo
tengo 13 años.
Dicen
que la mejor manera de olvidarte de alguien es salir con otros chicos. Nadie de
nuestra pandilla de únicos tiene pareja así que, en el baile de mañana, que se
celebra en nuestra zona todos los años, iré acompañada por Kilian. Nahia irá
con Mael, y Kyra con Zayn. Declan nos dijo que mañana nos enteraríamos de algo
importante. ¿Qué será? ¿Con quién vendrá a la fiesta?
Antes de
salir de la casa de Zayn, quise hacer algo por él. Me temía que ya no
volviéramos a ser los de antes así que cogí la cajita mágica. Estaba segura de
que podía pedir a los reyes magos que le hicieran un regalo, pero por más que
lo intentaba no salía el torrente de magia dorada que salió la otra vez. ¿Qué
diferencia había? Pasaron horas hasta que di con ello. Me fijé en la
inscripción de la caja: <<Si un deseo quieres formular, la magia a la
hora precisa debes encontrar. Una pista te daré, no son nueve ni tres ni seis>>.
Y recordé que Zayn dijo: <<Vamos. Mamá está a punto de subir para
decirme que me acueste ya>>. En aquel momento no miré el reloj,
pero descifrando el acertijo, y cuadrando la hora que más o menos era ese día,
solo podían ser las doce de la noche. La adivinanza decía: no son nueve, ni
tres, ni seis… Si miramos un reloj, vemos que los números que dice el acertijo son
tres de los cuatro números que aparecen más grandes en todos los relojes. Y a
su vez, sería como la señal de la cruz cada vez que alguien se santigua. La
navidad es religiosa. Todo cuadra. Recité a la hora precisa las palabras de la
caja de nuevo: <<Magia, magia, no me dejes sola; Magia, magia, porque es
Navidad; Magia, magia, cumple mi sueño; Magia, magia, tu luz deseo ya>>. Pedí
mi deseo a los Reyes Magos de Oriente, y esto es lo que obtuve por respuesta:
<< Querida
Dione:
Lo que nos
pides es bastante difícil.
Sabemos que lo
que más deseas es ver feliz a Zayn, así que nos hemos reunido y hemos acordado realizar
una acción por él cada uno de nosotros.
Esperamos que
también te hagan feliz a ti.
Con nuestros mayores deseos,
Los reyes magos de Oriente.
Melchor Gaspar Baltasar>>
Que también me hagan feliz a mí,
pone en la carta. Espero que los reyes no sean tan liantes como yo y todo salga
bien. Aunque siga enfadada con Zayn.
Al día siguiente, encuentro un
regalo a los pies de mi cama. ¡Qué manía con dejarlo todo encima de la cama!
¿Es que no pueden hacer la magia en el suelo? Sé que es de Ellos. Arranco el
papel deprisa para ver lo que es, y encuentro unos patines de hielo negros con
adornos en tonos oro a los laterales. Sencillamente mágicos. ¡No puedo esperar
a probarlos!
ZAYN
Abro los ojos y encuentro algo
pegado a mi cara. Es un regalo. Irónicamente pienso que es un regalo de los Reyes
Magos por adelantado, y la verdad es que, sin saberlo, no voy muy
desencaminado. Cuando rasgo el papel de regalo sin ningún miramiento, veo unos
patines de hielo negros con adornos dorados a los laterales.
— ¡Guau! Son
increíbles. Pero, ¿por qué hoy? Todavía queda un día entero…
Encogiéndome de hombros me los
pruebo. Son de mi talla. ¡Estoy deseando ir a probarlos!
Me visto corriendo y salgo por
la puerta de casa sin dejar a mi madre terminar de decir buenos días. Ya le
mandaré un mensaje diciéndole dónde estoy. Además, ella ya está acostumbrada a
que salga de casa de esa manera.
Me encamino hacia la pista de
hielo que hay más cerca del barrio. Está llena de gente. Llevo un buen rato
esperando cuando el recoge tickets me pide el mío. Es mi turno. Haber qué tal
van estos patines.
Piso en el hielo, midiendo la
estabilidad de los nuevos patines. Me sorprende que sean tan estables y se
agarren tanto al hielo resbaladizo. Son realmente buenos. Voy dando vueltas y
vueltas en la pista. No puedo hacer muchas cabriolas porque hay bastante gente,
y porque me suele dar vergüenza que me miren.
He dado unas cuantas vueltas.
Estoy realizando un giro que me salía mal y alguien se choca contra mí. Ambos
caemos al suelo con fuerza. Yo caigo de espaldas y me quedo sin respiración
momentáneamente por el choque. Estoy tratando de respirar con normalidad, aunque
tengo un peso muerto encima. Imagino que la persona que tropezó se ha caído encima
de mío. Cuando se intenta incorporar pidiendo perdón, veo de quién se trata.
Dione. Cómo no.
Nos quedamos mirándonos sin
decir nada. Me empiezo a poner nervioso. Dione vuelve a pedir disculpas; se
levanta y se aleja, dejándome pasmado en el suelo. Logro levantarme sin dejar
de mirarla. Está preciosa con esas mejillas enrojecidas por el frío y esa alegría
que la caracteriza. Desde lo que pasó en mi casa no hemos vuelto a hablar.
Ahora desearía no haber dicho nada de aquello, y haber ido a ver esa dichosa
película con ella. Solo obtuve lo que me merecía. Se sintió rechazada cuando no
le devolví el beso en París, se sintió rechazada en mi casa el último día…
Ahora que lo pienso, en su lugar habría hecho lo mismo si una persona me
hubiera rechazado no una, sino dos veces.
Esta vez la miro con otros ojos.
Dejo que me adelante en la pista para poder observar su felicidad desde atrás,
sin que me vea. No se qué me molesta más: que no me haga caso o saber que es
tan feliz sin mí.
Sacudo la cabeza. De nada sirve
comerse el tarro por cosas que no tienen solución.
Me impulso hacia adelante y sobrepaso
a Dione. Me quedo embobado mirándola; con tan mala suerte que tropiezo con un surco
que hay en el suelo de la pista de hielo y antes de caer, le agarro del abrigo.
Ya sabes, esos reflejos de supervivencia que le pasan a uno.
Caigo encima de ella sin poder
remediarlo, pero logro poner las manos enguantadas a tiempo para no caer con
todo el peso. De nuevo, estamos cara a cara y aliento con aliento. Parece cosa
del destino. Me he caído un montón de veces patinando, pero nunca por un mero surco
en el hielo.
DIONE
¡Otra vez él!
Me está mirando como jamás me ha
mirado. No sé si asustarme o sonreír por lo ridículo de momento. Mi cuerpo no
reacciona, ni gesticula de ninguna manera. Me he quedado paralizada y no puedo
hacer otra cosa que mirarle. Sus ojos, su pelo, sus labios…
Zayn se acerca a mí y junta sus
labios a los míos sin explicación alguna. Esta vez el beso no es un roce
inocente como el que le di yo en París. Zayn profundiza el beso y me atrae
hacia él besándome como si temiera que me fuera. En algún momento del proceso
he dejado de poner reparos en mi cabeza a lo que estaba ocurriendo y me he
relajado, dejándole hacer.
Después de que se haya detenido
el tiempo por unos segundos, o eso me parece a mí, Zayn deja de besarme, aunque
aún no se levanta. Me mira como analizándome. Yo, que sigo paralizada, no soy
capaz de decir ni hacer nada. Él finalmente se aparta de encima de mí y tiende su
mano para ayudar a levantarme. Juraría que leo en su cara una súplica silenciosa.
¿Qué hago? ¿Se la acepto o no? Si le cojo la mano significará que ya no estoy
enfadada con él, y si no se la cojo, seguiremos sin hablarnos a saber por
cuánto tiempo más.
Antes de que me dé tiempo a
hacer una cosa u otra, un monitor de la pista se acerca a mí y realiza el mismo
gesto que Zayn, preguntándome si estoy bien. Le sonrío y le agradezco su ayuda,
mirando a todos lados. He perdido de vista a Zayn. La gente se ha arremolinado
a nuestro alrededor a ver cómo nos besábamos, así que por mucho que miro solo
veo cabezas con gorros de distintos colores. Suspiro, rendida. Creo que, si el
monitor no se hubiera acercado a ayudarme, le habría cogido la mano a Zayn y
nos habríamos ido juntos de aquí.
La gente se va despejando y
vuelven cada uno a lo suyo. Salgo de la pista de hielo. Ya no quiero seguir
patinando sin Zayn. El beso me ha dejado descolocada. Pensé que no sentía lo
mismo que yo; puede que me haya equivocado. Ahora solo me queda una duda: ¿por
qué me rechazó entonces aquel día? ¿Por qué menospreció el beso diciendo que sólo
éramos amigos? Quizá tenga miedo a sus sentimientos. Si me pasa a mí, puede
pasarle a él.
Llega la tarde. Y casi es la
hora de cenar. Sigo pensando en todo lo que ha pasado, así que decido acercarme
a casa de Zayn a pesar de las horas que son y terminar con todo esto de una vez
por todas.
El camino hasta su casa me está
matando los nervios, a pesar de que está a escasos cuatro pasos de la mía.
Retuerzo mi bufanda hasta casi romperla. Y llego a su casa. Llamo a la puerta y
espero. Abre Zayn.
Oigo a su madre gritar desde la
cocina:
— ¿Quién
es a estas horas?
— Ehm… No
pasa nada, mamá. Es Dione.
— Ah, bueno.
Entonces, hazla pasar— dice Ángela—. Puede cenar con nosotros— ofrece
acercándose a la puerta de entrada para saludarme.
— Déjalo,
mamá— suelta Zayn. Parece triste—. Puede que tenga cosas mejores que hacer.
— La verdad
es que no. — Le sonrío—. No hay nada mejor que cenar con la mejor de las
compañías, ¿no crees? — le pregunto de forma directa.
El abre
mucho los ojos, sorprendido, y asiente, dejándome pasar. Ángela, que no
entiende nada, pero sabe que algo pasa, se retira con una excusa para dejarnos
a solas con nuestros asuntos.
— No sé
por donde empezar— admito sonrojándome, una vez estamos en su habitación para
evitar oídos indiscretos.
— Por el
principio, supongo— dice él, sentándose en la cama.
— Nunca se
me ha dado bien esto— le digo, sentándome a su lado—. Ya sabes que no soy como
las demás chicas, así que, si no te importa, empezaré por el final.
Me
acerco poco a poco a él, y poso mis labios en los suyos por tercera vez en
pocos días. Parece que ambos hemos descubierto lo que sentimos por el otro en este
último tiempo separados, por mucho que queramos engañarnos. Zayn esta vez no se
aparta. Por el contrario, se acerca más a mí y me devuelve el beso, sujetándome
por la cintura con una mano y posando la otra por detrás de mi cuello. Echaba
de menos su cercanía y su forma de tratarme.
Unos
minutos más tarde, nos separamos y apoyamos nuestras frentes una contra otra.
Sonreímos.
— Ven
conmigo al baile— me pide Zayn—. Por favor.
Le empujo
en el pecho. Él, entre sorprendido y divertido, cae de espaldas en la cama y
pone sus brazos cruzados debajo de la cabeza mientras me sigue mirando y
esperando una respuesta.
— Ya tengo
pareja, y tú también— le digo negando con la cabeza, divertida por todo lo que
nos está pasando—. Puesto que no me lo ibas a pedir tú, le dije a Kilian que si
íbamos juntos. Y aceptó. Supongo que te pasó lo mismo. Nahia me dijo que iríais
juntos.
— Eso no
importa. No importa con quién fuéramos a ir. Ya no. — Y de seguido me dice:— No
vayas con él.
Jamás
pensé que me diría eso; Kilian es su mejor amigo. Me hace la zancadilla,
sabiendo que me caeré seguro, y antes de tocar al suelo me recoge en sus brazos
y me endereza. Volvemos a estar pegados el uno al otro; ahora de pie.
— Por
favor— ruega, esta vez más serio, al ver mi momentánea indecisión.
Le
acaricio la cara y le miro a sus ojos de un color marrón tan único y tan suyo
como él mismo.
— Iré
contigo— acepto, también poniéndome seria de repente.
Esto es grande.
Es importante para los dos. Zayn no es el primer chico con el que salgo, pero es
el primero con el que me planteo algo serio; y es el que más ha cautivado mi
corazón, por lo tanto, sí quiero que sea el último. Hasta yo misma me sorprendo
pensando eso.
— Haremos
que esto funcione. Te lo prometo— me susurra al oído, después de abrazarme fuerte.
Y yo le creo.
Como al
final vamos a ir juntos al baile, aviso a Kilian. A él parece no importarle, es
más, parece aliviado de que Zayn y yo lo hayamos arreglado.
Son las
doce de la noche, y Declan, Mael y Kyra no aparecen. Todos estamos en el baile
con nuestras respectivas parejas: Zayn y yo, y por casualidades de la vida,
Kilian y Nahia; pero el resto de los únicos no. Estamos pensando que les ha
podido pasar algo cuando vemos aparecer por una de las calles a Declan, del
brazo de un chico.
— ¡Guau!
Con que era esto lo que nos quería contar— exclama Kilian, agarrado de la mano
de Nahia.
— Si.
Quién lo habría dicho… — digo, intentando pensar si hubo indicios de que fuera
a pasar y no me fijé.
Apartamos
la vista de Declan al ver que una nueva pareja se une a nosotros: Mael y Kyra.
— Esto sí
que no es creíble— suelta Nahia con la boca abierta.
— Cierra
la boca, amiga, o te entrarán moscas— le bromea Kyra al ver su cara de
incredulidad.
Después
de las nuevas noticias, y de alguna bromita por nuestra parte, nos vamos todos
juntos a bailar. ¡Ahora todo está en su sitio!
Los días
siguientes pasan volando. Mi padre se va de viaje a Brasil y no vuelve hasta
dentro de unos días, así que me quedo en casa de los Malttos, como siempre.
Pero, si en su día me importaba poco quedarme con ellos, esta vez me importa
menos que nunca. Estoy con Zayn y es la primera vez que puedo admitir mi gran
felicidad después de lo que le pasó a mi madre a y mi hermana.
Las
cosas van poniéndose en su sitio.
ZAYN
12 meses
después…
Estoy inclinado
mirando el duro suelo de hielo. Es la final de la competición estatal de
patinaje. Me incorporo, giro hacia mi izquierda y de nuevo me inclino,
agradeciendo al público su asistencia a mi presentación. Termino de saludar y
salgo de la pista para dar paso a otro compañero. Ahora solo queda esperar a
que los jueces decidan quién es el ganador de ese año.
Ha
pasado un año desde aquellas navidades en que pedimos un deseo a Santa y
después Dione pidió otro a los Reyes Magos. Me lo contó tiempo después, cuando
vio cumplidos cada uno de los regalos de los tres Reyes. Los patines, nuestro
encuentro en la pista de patinaje aquel día, y… el último. Al final saqué
coraje y le conté a mi padre que quería ser patinador profesional y no
futbolista. Mi padre, en vez de tomárselo mal, se mostró orgulloso y me dijo:
<<No importa lo que seas en la vida, Zayn. Tan solo importa lo feliz que
te haga hacer lo que tu quieres. Espero que luches por tus sueños siempre con
este coraje que acabas de sacar ahora para decirme esto. Imagino que no ha sido
fácil para ti hacerlo>>. En ese momento me derrumbé. Papá cumplió su
promesa, y sigue haciéndolo. Desde que volvimos de París ha cambiado mucho; ya
no trabaja tanto y pasamos mucho tiempo juntos. Vemos el fútbol, asistimos a competiciones
de patinaje… E incluso me ayuda a entrenar. Por fin puedo decir que tengo un
padre, y que es genial. Y mamá… Oh, mamá. Se la ve tan feliz ahora. Hace mucho
que dejaron de discutir. ¡Cómo me alegro de verlos así!
Casi no
me da tiempo a pisar fuera de la pista, cuando Dione se abalanza sobre mí. Este
año juntos ha sido la bomba. Somos un gran equipo. Y es que no hay nada como una
relación de pareja en la que antes de ser novio o novia, se es amigo. La
confianza es mucho mayor.
— ¡Dione! —
protesto, riendo—. No respiro.
— ¡Ay!
Perdona, amor— se disculpa, mordiéndose el labio—. Me puede la alegría…
— ¿Te ha
gustado la presentación? — le pregunto, curioso. Mi esfuerzo me ha costado. Llevo
todo un año sin parar de entrenar.
— ¿Cómo
puedes si quiera preguntármelo? ¡Sí! ¡Claro que me ha gustado! ¡Eres el mejor! —
responde ella, efusiva y muy emocionada.
— ¡Eh!
¿Eso que veo son lágrimas?
— Es que…—
dice ella llorosa, secándose las que le ruedan ya por las mejillas—. Estoy tan
orgullosa de ti…—. Me envuelve con sus brazos.
— Bueno…
Ya vale— la corto, limpiándole las lágrimas con cariño—. Deja de llorar que me
lo contagias.
Ambos
reímos y, sabiendo que la gente mira, nos damos un ligero beso en los labios.
No queremos llamar demasiado la atención.
Estamos
yéndonos, cuando se nos acercan tres tipos que no tienen muy buena pinta. Por
instinto, aparto a Dione de su camino. Pero ellos se dirigen a mí y uno de
ellos dice:
— Enhorabuena,
tío. Realmente vales para esto— me felicita el que parece el cabecilla,
tendiéndome la mano. Los otros dos asienten en señal de aprobación.
Ahora
que lo tengo de frente sé de quién se trata. Son los chicos del antiguo grupo
con el que iba Mael, antes de salir con nosotros. Es decir, los mismos que se
han metido conmigo siempre cuando me veían patinar. ¿Qué les habrá echo cambiar
de opinión?
— Gracias,
supongo— respondo, aceptando su mano extendida.
Con las
mismas prisas con las que han llegado, se marchan, dejándonos a Dione y a mí
estupefactos. Una vez desaparecen por la puerta de salida, nos miramos a los
ojos y nos partimos de risa. ¡Qué tipos más raros!
— Atención,
por favor— suena por megafonía—. Dentro de unos minutos conoceremos al ganador
de la competición.
De
repente, vuelvo al presente. Estoy a punto de saber si soy el ganador de una de
las más famosas competiciones de patinaje artístico; lo que sería el comienzo
de una carrera formidable, estoy seguro.
Al rato,
vemos en la pantalla como aparecen los nombres. Ahí está: Zayn Malttos, primer
puesto. ¡Oh, Dios! ¡He ganado! ¡He quedado primero!
Me quedo
paralizado por lo que eso significa.
El
público aplaude y silva. Dione se estrella contra mí.
— ¡Has
ganado, Zayn! ¡Has ganado!
En ese
momento soy consciente. He ganado la competición siendo el participante más
joven. Nahia, Kilian, Mael, Kyra y Declan aparecen, sin saber nadie cómo, en
medio de todo aquel tumulto, y comienzan a saltar alrededor mío gritando.
— ¡Zayn,
campeón, de aquí a Eurovisión!
Mis
padres aparecen con una sonrisa de oreja a oreja un minuto después, acompañados
de un chico trajeado, el cual tendrá unos pocos años más que yo. Se dirige a mí
diciendo:
— ¿Zayn
Malttos? — extiende la mano. Confirmo que soy yo, a pesar de que estoy seguro
de que ya lo sabe, y cuando se la estrecho prosigue: — Enhorabuena, Zayn. Me
llamo Dustin y vengo de parte de la Universidad de Oslo, en Noruega. Queríamos
proponerte que aceptes una beca para estudiar allí.
— Yo…
Pero…
— Tranquilo,
no tienes que decidirlo ahora. Todavía te quedan unos años, pero tal y como has
hecho tu presentación de hoy no podíamos dejar escapar la oportunidad, ¿no?—
explica, sonriendo, al ver que no sé qué decir—. Aquí tienes mi tarjeta.—
La saca
de su bolsillo interior y me la entrega. La cojo, todavía sin creérmelo—. Llámame
cuando puedas y charlamos sobre tu futuro. Disfruta de la celebración—. Se
despide con otro apretón de manos.
Las
cámaras no dejan de disparar flashes. Y yo me estoy volviendo loco de alegría,
de orgullo por mí mismo… y de incredulidad por todo lo que está pasando en mi
vida desde que me mudé a Londres.
He
logrado mi objetivo. Soy campeón estatal de patinaje artístico.
FIN.
NOTA: Creé
esta historia con el fin de abrir los ojos a algunas personas. No se pueden apagar
las ilusiones y sueños de un niño. Porque gracias a ellas, puede que lleguen a
donde ellos se propongan el día de mañana. Debemos dejar que decidan lo que
quieren y lo que no para su futuro, aunque nosotros les hayamos dado la vida.
Somos meros espectadores en la vida de nuestros hijos. Si acaso, podemos
aconsejar, pero nunca obligar. Un niño, con el apoyo de sus padres, es capaz de
llegar a la luna si se lo propone. El apoyo de nuestros seres queridos vale
mucho para nosotros, seamos niños o no; y cuando lo tenemos, sentimos que podemos
volar, si así lo deseamos. Como familiares, nuestro deber es recordar a
nuestros seres queridos que: LA META SIEMPRE ESTÁ AHÍ, PERO LOS LÍMITES SE LOS
PONE UNO MISMO.
¡FELICES REYES!

Comentarios
Publicar un comentario